Tenía claro lo que buscaba: un look con carácter, sofisticado y con presencia, pero sin artificios.
El conjunto partía de una base de tweed verde jade con textura suave y estructura elegante. La silueta entallada, los cortes geométricos en contraste y las mangas ligeramente marcadas se combinaron para definir un diseño que no necesitaba más para destacar. Porque cuando el tejido, el color y la persona están en armonía, el resultado habla solo.
El cinturón cruzado, los guantes largos de terciopelo y el clutch a juego añadieron los acentos de sofisticación, mientras que el tocado estructurado coronaba un estilismo memorable y rotundo.
Cada pieza del conjunto fue realizada a medida y con mimo: desde los pespuntes invisibles hasta el forro interior cuidadosamente rematado. No solo queríamos que Yolanda brillara, sino que se sintiera cómoda, libre y segura. Porque un buen diseño se nota… y se vive.
Verla caminar hacia el altar, del brazo de su hijo, fue un momento emocionante. No solo por el papel que representaba, sino por la serenidad, la belleza y la fuerza que irradiaba con cada paso.
Yolanda no solo llevó este vestido. Lo habitó. Lo llenó de sentido.
Hay vestidos que se imponen y otros que simplemente acompañan.
El de Ana fue una declaración de elegancia contenida, de belleza sin artificios. Un vestido que no busca protagonismo, pero lo consigue en cada gesto, en cada movimiento.
Yolanda fue una de nuestras madrinas de 2024, y trabajar con ella fue una auténtica delicia. Tenía claro lo que buscaba: un look con carácter, sofisticado y con presencia, pero sin artificios. Y así lo concebimos.
Hay vestidos que se imponen y otros que simplemente acompañan.
El de Ana fue una declaración de elegancia contenida, de belleza sin artificios. Un vestido que no busca protagonismo, pero lo consigue en cada gesto, en cada movimiento.